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"Escribir es mi vida y mientras exista una persona a la que mis letras le entretengan, pondré todo mi empeño en intentar convertirme, a través del papel, en un complemento de su felicidad" (Raquel Sánchez García)

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Obras publicadas de Raquel Sánchez García

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miércoles, 19 de mayo de 2010

El Ocaso

Una taza de café humeante en la mano, la brisa meciendo su pelo, un camisón azul semitransparente, poco dejaba a la imaginación, el sol del atardecer de fondo, un paisaje idílico.

- Hola, ¿Qué haces aquí fuera?
- ¿No te parece precioso? Me encanta ver el atardecer, Madrid es bonita en el ocaso, aunque extraño el mar. Además, necesitaba estar sola y pensar, hoy me...
- Sí, es muy bonito, tenemos el privilegio de contar con unas buenas vistas desde aquí, y hay una zona de Madrid a la que podría llevarte algún día, si tú quisieras, desde allí hay una panorámica espectacular de la ciudad, pero, ¿sola para qué?, ¿qué estás pensando?, hoy..., ¿qué?
- No importa, todavía no estoy muy centrada.
- Alicia, estamos solos, Raúl se ha ido a Milán a ver a Máximo, no volverá hasta el viernes, sé que no quieres preocuparle con tus cosas, pero puedes confiar en mí, no le diré nada y sé que algo ocurre, estas nerviosa, se te nota – la animó Toni a hablar.
- Pero si no es nada, sólo que..., de verdad no hace falta, ya os he causado bastantes preocupaciones, puedo resolverlo yo sola.
- Anda ven aquí, siéntate y cuéntamelo.

En la terraza, habían colocado una rinconera protegida del viento que contaba con unos asientos en forma de columpio, techados por un toldo, era un rincón acogedor y confortable.

- Pues verás – comenzó a relatar Alicia un tanto dubitativa – hoy por la mañana ocurrieron varias cosas extrañas. Primero, esta mañana, mientras estaba en la bañera, había alguien observándome, rompió varios frascos pero, cuando me dí cuenta y salí a averiguar quien era, ya se había marchado. Ya sé que parece una locura, pero ¿y si era Sergio? Y luego, en la oficina, recibí una nota muy extraña, alguien me citó en El Retiro por la tarde, pero no se presentó. No sé que está pasando, pero no puedo dejar de pensar en ello. Y por si fuera poco, tú últimamente estás muy extraño y nadie me quiere contar qué es lo que te ocurre.
- Te puedo asegurar que Sergio no ha estado ni estará aquí, Alicia, es normal que tengas miedo, pero estando con... Con nosotros estarás bien, no dejaremos que nadie te haga daño. Todo tiene una explicación.
- ¿Lo tuyo también? Porque debe ser algo grave o malo cuando nadie me lo quiere explicar.
- Está bien, no es el mejor momento pero tienes derecho a saberlo, aunque el resto de la gente sólo rumorea, nadie se ha molestado en preguntarme y tampoco creo que sea de su interés, quizás tú sí debas saberlo y espero que esto no cambie nada.
- ¿Qué tengo que ver yo en esto?
Toni no sabía por donde empezar, pero era inevitable ocultarlo más, en cualquier momento se sabría y no quería estropearlo, al menos que se enterara por su propia persona.

- Escucha. Poco después de tu... incidente, Paula y yo comenzamos a salir, bueno más bien a tontear, averigüé que llevaba años gustándole y nunca se había atrevido a confesármelo, eso halaga a cualquier hombre, y a mí no me resultaba indiferente. Lo nuestro no funcionó, digamos que ella me idealizó, al principio pensaba que yo era un príncipe de los cuentos y no, era un mortal más con sus defectos y virtudes. Por mi parte, pensé que podría llegar a algo más serio con ella, algo distinto a mis anteriores relaciones o mejor dicho escarceos, ¡no soy un santo!, pero me equivoqué. No la quería, no la amaba, creo que al final para ambos terminó siendo puro sexo, era lo único que hacíamos cuando estábamos a solas y lo único que ambos deseábamos. Así que lo dejamos. Eso es todo.
- Pero hay algo más, los dos sois adultos y no creo que tú estés así sólo por eso, ¿verdad? – Alicia intuía que no le estaba contado todo.
- Es usted lista señorita, jajá jajá.
- Jajá jajá, venga continua, tenemos tiempo, sé que tú estas de vacaciones y yo no tengo pensado irme a dormir todavía.
- Está bien, tú lo has querido, – Toni miró fijamente a Alicia, tanto que incluso a ella le produjo escalofríos – eso no es todo, no. Verás, no fue Sergio quien entró en casa esta mañana y sé quien te dejo la nota en la oficina.

Autora: Raquel Sánchez García

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