Había pasado ya algún tiempo, pero Laura seguía obsesionada con esa tarde, en la que fue a buscar a Isidro al Museo Arqueológico. Estaba segura de haber visto a alguien y, por lo que se decían en las noticias últimamente del robo de la Biblioteca Nacional, ya no tenía dudas que aquella persona a la que ella vio, literalmente, atravesar la pared, era el ladrón.
Es cierto, sus nervios se habían visto afectados desde aquella mañana, en la que presenció la agresión a una mujer en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Después de eso, tuvo una recaída, al volver a recordar los malos tratos que ella misma sufrió años antes.