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"Escribir es mi vida y mientras exista una persona a la que mis letras le entretengan, pondré todo mi empeño en intentar convertirme, a través del papel, en un complemento de su felicidad" (Raquel Sánchez García)

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jueves, 1 de julio de 2010

El Ladrón del Cúter


Había pasado ya algún tiempo, pero Laura seguía obsesionada con esa tarde, en la que fue a buscar a Isidro al Museo Arqueológico. Estaba segura de haber visto a alguien y, por lo que se decían en las noticias últimamente del robo de la Biblioteca Nacional, ya no tenía dudas que aquella persona a la que ella vio, literalmente, atravesar la pared, era el ladrón. 

Es cierto, sus nervios se habían visto afectados desde aquella mañana, en la que presenció la agresión a una mujer en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Después de eso, tuvo una recaída, al volver a recordar los malos tratos que ella misma sufrió años antes.

Últimamente vivía más en casa de Isidro que en casa de sus padres. Llevaban seis meses juntos y la mayoría de las noches se quedaba allí a dormir, ya era adulta, contaba con 30 años y ya era hora de que sentara la cabeza, Isidro le había pedido que se fuera a vivir con él y no tardaría mucho en hacerlo. 

Encendió la televisión del salón para oírla desde la cocina mientras sacaba los ingredientes para preparar la cena. De repente, algo la llamó la atención, regresó y subió el volumen, quería escucharlo bien.
“La Guardia Civil ha identificado al presunto autor del robo en la Biblioteca Nacional de dos mapamundis   grabados e ilustrados que formaban parte de la edición incunable de 1482 de la obra de Ptolomeo 'Cosmografía', informaron fuentes de la investigación.
Se trata de un ciudadano español de origen uruguayo y residente en Argentina. Los ejemplares, cuya desaparición fue detectada en una revisión rutinaria, se guardaban en la Sala Cervantes, a la que sólo acuden los usuarios que poseen el carné de investigador.
Los responsables de la Biblioteca Nacional, que informaron del suceso el pasado 24 de agosto, afirmaron que la sustracción se produjo "burlando las estrictas medidas de seguridad" que se aplican en esta institución desde los años noventa.
De la edición de la 'Cosmografía' sustraída se conservan, actualmente, cerca de 120 ejemplares en las más importantes bibliotecas del mundo.
El mismo día en que se hizo público el robo...”
- Isidro, ¡mira, corre, ven, escucha lo que están diciendo en las noticias! – gritaba Laura – Yo tenía razón, ese era el hombre que yo vi, ¿recuerdas?
- ¿Qué pasa? ¿De qué hablas? – se oía de fondo a Isidro.

Isidro fue al salón envuelto en una toalla, acababa de llegar del trabajo y tomar una ducha, mientras Laura preparaba la cena y veía el telediario, era la única hora del día en la que podía enterarse de lo que pasaba en el resto del mundo.

- ¡Mira, mira, no eran alucinaciones mías! – alegaba Laura desafiante – Aquel día del museo, cuando fui a buscarte, escucha.
- Sí, ya recuerdo, creíste ver un hombre saliendo por un lateral del museo. Pero si yo no vi a nadie, amor, ¿estás segura? – todavía dudaba Isidro – ¿Seguro que es el mismo?
- Sí, es el mismo, el mismo hombre, estoy segura – dijo Laura convencida – voy a llamar a la policía para decirles que yo le vi salir, quiero ayudar, seguramente necesiten testigos, nadie lo vio excepto yo – encaminó sus pasos hacia el teléfono.
- Espera, espera – Isidro se interpuso en su camino – no vas a llamar a nadie – ella le miraba contrariada – no pongas esa cara, no han dicho nada de que necesiten testigos, ya le han cogido, han recuperado los documentos, y tú ya tienes bastante, ya vas a testificar en el juicio de aquella chica... ¿Cómo se llamaba? – empezó a darle vueltas en la cabeza –, ¡ah, ya!, Alicia.
- Pero yo...
- No hay peros... Cariño, si es que siempre te encuentras en medio de todos los líos, ¡no sé como lo haces! Vamos a cenar y luego después este osito tuyo va a darte unos masajitos para que te relajes un poco, venga tira para la cocina, mmmm... ¡Qué culo y todo mío!
- Serás pícaro... Ja ja ja ja.

De camino a la cocina el sonido del teléfono interrumpió su júbilo.

- ¿Y ahora quién puede ser? – se preguntaba Isidro – ¡Dígame! Hola Mercedes, ¿qué tal todo? Bien, yo bien, gracias..., sí, todo va bien..., el trabajo también... Sí, claro, está aquí, enseguida se pone..., dele un saludo de mi parte a Francisco..., de su parte mujer, estoy seguro que ellos también se los mandan, nos vemos pronto, besos. Cariño, es tu madre.
- Dime mamá..., no, me quedo aquí esta noche, ¿querías algo?, ajam..., sí..., ajam..., claro, ¿cuándo?, pero es pronto..., ah bueno claro..., sí, mañana después del trabajo me pasaré por allí y hablaré con Gonzalo. Gracias mamá, mañana nos vemos, un beso.
- ¿Tienes que ir a ver a ese “poli”, otra vez? – preguntó Isidro.
- Sí, ha llamado a casa de mis padres para decirme que me pasara por comisaría mañana, cuando tuviera un rato libre, tiene que comentarme algo sobre el juicio del que soy testigo, se celebra en breve pero mi madre no le ha preguntado cuándo, ya sabes que, como es amigo de la familia, se habrá ido por las ramas y no le habrá dejado dar más explicaciones.
- Ya, ya sé como es tu madre, se enrolla como las persianas. En fin, ¿Por dónde íbamos antes de que nos interrumpieran? – sonreía Isidro con cara juguetona.
- Por la cena – le contestó Laura sacándole la lengua.
*
- Ya estoy en casa..., ¿chicos?, ¿dónde andáis?, dormilones, el desayuno sin hacer, ¿así es como me recibís?, yo, que he adelantado mi vuelta para no dejarte a ti solo, ¿Toni? ¿Alicia?– venía vociferando Raúl y arrastrando las maletas.

Toni se despertó bruscamente al oírle, miró a su alrededor, estaba en la terraza, comenzó a recordar lo que había sucedido la noche anterior, creía que había sido un sueño, pero a su lado alguien se movió. Observó a Alicia, seguía dormida, se apresuró a levantarse, Raúl no podía encontrarles allí, de esa manera, primero tenían que hablar ellos dos y después... Después hablar con Raúl, sí es que había algo que contarle.

- Sssss, calla, no grites – le recriminaba Toni mientras cerraba la puerta de la terraza tras de sí.
- Holaaaa, buenos días, ¿Dónde andáis metidos? Alicia no está en su habitación, tiene la puerta abierta y ¿tú que haces ahí fuera?, y ¿desnudo?, uy uy uy uy – seguía chillando Raúl.
- Sssss, sssssss, baja la voz.
- Pero ¿quién tienes ahí adonis?, déjame ver, ¿qué escondes? – Raúl se acercaba cada vez más a la puerta.
- ¡Para ya!, te ayudo con las maletas – Toni le impidió que se acercara, no quería que les descubriera. No así.
- ¡Que secretitos que tenemos!, seguramente por eso estabas tan... nenaza... Sí, esa es la palabra...  Las maripositas de la primavera revolotean por tu cabeza, ja ja ja ja ja – bromeaba Raúl.
- Deja de decir chorradas ya, será que no me has visto otras veces.
- Sí, pero no en la terraza, seguro que a la luz de la luna y todas esas memeces. No es lo tuyo, ésta tiene que ser especial – su tono era irónico.
- Venga gilipollas, déjalo ya.
- Está bien, está bien, ¡que espesito estamos por la mañana!, no aguanta ni mis bromas. Vamos, “latin lover”, ja ja ja ja.

*

Últimamente en la comisaría del distrito de Salamanca, donde trabajaba Gonzalo, tenían mucho movimiento. Aparte de los delitos menores a los que estaban acostumbrados (robos, denuncias, peleas etc.) se habían unido también, los dos hechos más relevantes y con mayor difusión informativa del año: la agresión a una joven en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y el robo de los mapamundis de la Biblioteca Nacional. 

Después de los atentados sufridos en Madrid el día 11 de marzo de 2004, quizás estos dos casos eran los dos sucesos que más quebraderos de cabeza le estaban dando a Gonzalo. En el de la agresión, porque tuvo que estar en continuo contacto con Valencia para informarse de las causas pendientes que Sergio tenía allí, para usarlas como atenuantes en el juicio y en el del robo, porque no hubo testigos, al menos eso pensaba Gonzalo, no había nadie que hubiera visto como robaban los documentos y no los localizaron hasta que intentaron venderlos.

- ¡Hombre, pero mira a quien tenemos aquí! –  le daba la bienvenida Gonzalo –,  si es nuestro viejo amigo César, alias “el ladrón del cúter”, ¿qué tal tu viaje desde Pamplona?, espero que mis chicos te hayan tratado bien, te está esperando una suite abajo y esta vez tendrás un compañero.
- ¡Qué te follen, cabrón! ¡Fuss! –  la cara de Gonzalo recibió un regalo de César.
- Veo que sigues teniendo buenos modales – dijo Gonzalo limpiándose con un pañuelo –  no te preocupes, creo que aquí podremos darte algunas clases. Llevadlo abajo, meterle en el 505, a ver si con la compañía de Sergio le bajamos un poco esos humos.

Dos policías le acompañaron a su nueva celda, César tendría que esperar a que le asignaran destino. Según pasaban por los calabozos, los otros presos vitoreaban a César, era bastante conocido en ese “mundillo”, tenía fama de buen ladrón, solían cogerlo a menudo pero también tenía “buenos amigos” que le sacaban pronto.

- Entra, o prefieres que te metamos nosotros – el tono chulesco de los operarios incitaba aún más su rabia.
- ¡A tu puta madre sí que le entraba yo!
- Eso se lo cuentas luego al juez, que lo mismo van a por la tuya y nos la traen para joderla un ratito, ¡mamón!
- Cuando salga, te la corto y, mientras tú te mueres, me follo a tu mujercita; a ver si entonces eres tan valiente, ¡maricón!

Los policías cerraron la puerta y se marcharon hablando del próximo partido de fútbol de su equipo.

- Ja ja ja ja, sí, aquí todos son muy valientes porque tienen una pipa, pero César, tío, ya les pillaremos luego –  hablo alguien sentado en la litera de la esquina del fondo de la celda – luego, fuera en la calle se cagan en los pantalones y a la primera se bajan los calzoncillos, ya lo veras, esto no se quedará así.
- ¡Ostias tronco, pero si eres tú!, ¿qué haces aquí?, ¿no estabas en el trullo de Valencia? –  César había reconocido esa voz.
- No, me han dejado aquí por esa zorra, debería haberla matado de una vez – continuó hablando Sergio, dirigiéndose hacia César, la luz le fue iluminando poco a poco – Me han trasladado aquí desde Soto del Real, se va a celebrar el juicio dentro de poco, pero estaré poco en este agujero, creo que voy a Alcalá–Meco, al menos de momento, ¿hiciste lo que te pedí?
- Me pillaron tío, Pascual me mando robar esa mierda de mapas y cuando iba a colocarlos me trincaron, no me dio tiempo ir a hacerle una visita a la puta, pero tengo a alguien en ello, no te preocupes, no se irá de rositas. ¡Eres el amo, tío!, y todos andan jodidos, Pascual tiene agallas pero tú eres el jefe, nadie se atreve a mover un dedo si Pascual no les dice que lo has ordenado tú.
- Bien, entonces el plan sigue adelante, cuando salga te lo pagaré con creces, tengo pasta guardada de la venta de los cuadros y del encargo de los coches, si todo sale bien, te llevarás un buen pellizco y hablaré con Pascual, le hablaré muy bien de ti, ¡tú vales tío!, tú vales para esto, tienes que estar en mi grupo, ya le dije a Pascual que te fichara para lo de Milán, pero el muy cabrón quería probarte, no se fiaba, por eso te encargamos lo de la biblioteca.

Gonzalo estaba en su despacho, estaba revisando el caso, aún no había avisado a Alicia, ya era hora de informarla, había intentado localizarla en el hospital pero las enfermeras le comunicaron que ya estaba en su casa. Cogió el auricular y marcó su número.

El móvil de Alicia se oyó en la mesa de la terraza, Toni se volvió al oírlo, si ella no se apresuraba a cogerlo Raúl la descubriría allí, ataría cabos, no era tonto, y ya no habría forma de explicárselo, estarían perdidos. Dejo de sonar, no vio a nadie fuera, ¿dónde se habría metido?, miró hacia la habitación y observó la puerta cerrada, menos mal, había sido rápida y cauta.

- ¡Eh! Venga, que le van a salir raíces a la maleta, ¿Qué haces ahí parado?, pero ¡que tonto estás!, vamos que tengo que deshacerla antes de volver a la oficina y me quiero dar una ducha, ¿no estará Alicia en el baño, verdad?
- No..., no, no, está en su habitación, estaba fuera recogiendo la ropa del tendedero, la he visto pasar.

*
- ¿Alicia?
- Hola, inspector López.
- Siento molestarla, seguramente estaba usted dormida –  se excusaba Gonzalo.
- No se preocupe, ya estaba despierta, ¿puedo ayudarle en algo? – la voz de Alicia sonaba cálida.
- Ante todo, me gustaría saber cómo se encuentra – Gonzalo se interesaba por su salud, hacía mucho que no hablaba con ella ni la había puesto al corriente de los acontecimientos – no he vuelto a llamarla porque no ha habido novedades en relación con su caso, hasta ahora.
- Estoy mucho mejor, gracias, aún me quedan secuelas, pero eso con el tiempo y quizás alguna operación se borren – comentaba Alicia mientras miraba sus cicatrices en el espejo – pero, ¿qué es lo que quiere contarme?
- Bueno, más bien es citarla, no contarle. El viernes de la semana que viene, a las 12, debe de estar usted en los juzgados de la Plaza de Castilla, en el juzgado número 3, se va a celebrar allí su juicio, estoy citando ya a los testigos también –  la informó Gonzalo.
- ¿Estará él también?, ¿tendré que volver a encontrarme con él? – la voz de Alicia temblaba, tenía miedo.
- Tranquila, estarán algunos de mis hombres con usted, irá esposado, no podrá acercarse, yo mismo estaré allí, no pasará nada, se lo prometo – intentaba calmarla Gonzalo – si es tan amable avise también a sus amigos, deberán dar testimonio de sus heridas, tienen que estar todos allí el viernes.
- Así lo haré, inspector, allí estaremos.
- Muy bien, nos vemos el viernes entonces, y tranquila, todo está a punto de terminar.
- Eso espero – dijo Alicia más para sí que para el inspector.

Autora: Raquel Sánchez García

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